Hace casi dos meses, mi
compañera de vida, también se convirtió en compañera de viaje, de aventuras, de
sueños y de desafíos. Nos tomó de sorpresa, nos alegramos y solo había que
decidir…
La decisión fue solo suya,
traté de mantenerme al margen, no influir en nada; y decidió venirse. Armó su
bolso y la esperé. Llegó, conoció y se integró tan rápido que me sigue
asombrando día a día su capacidad de animarse, de enfrentar los cambios que se
van presentando.
Acá estamos, lejos de lo que
pensamos que iba a ser nuestro lugar en el mundo, pero de a poco nos estamos
dando cuenta que el mundo es nuestro lugar, que no hay límites ni
jurisdicciones, que cada rincón tiene lo suyo y nos atrae descubrir lo que hay.
Verla cargar con muchos
chicos, que diga alguna palabra en wichí, que los nenes la esperen y la reciban
con un abrazo; llena mi alma de felicidad, y me imagino la de ella, tan
golpeada a veces, y tan libre ahora.
Antes de todo esto, leíamos un
libro, abajo del sauce de casa, y como si las casualidades existieran, nos
quedó grabada a fuego: “Pies pa´ que los quiero, si tengo alas pa´ volar” Frida
Kalho.
Será que abrimos nuestras
alas, que vamos por el mismo camino, no?
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